De obras «sociales» y causalidades remotas

Uno de los rasgos más repulsivos del inicuo paisaje moral del tardocapitalismo es el barniz benéfico-solidario que pretenden arrogarse las instituciones capitales del sistema económico vigente. A través de sus potentísimos departamentos de mercadotecnia y de la creciente apelación a la, tan en boga actualmente, «responsabilidad social corporativa», grandes bancos y poderosas multinacionales tratan de envolverse, en su ansia por dulcificar su acerada imagen de tiburones desalmados, con los mantos beatíficos de la cooperación y la ayuda a los «necesitados» de la tierra. Mastodónticas corporaciones empresariales, adalides feroces, en su práctica habitual, del neoliberalismo más descarnado, sin bridas ni cortapisas sociales de ninguna clase, devienen así (con sus fundaciones, obras sociales y demás apéndices asistenciales) celestiales hermanitas de la caridad que acuden prestas en ayuda de los colectivos desfavorecidos. Se muestran, de este modo, sumamente preocupadas por mitigar, de cara a la galería, los desastres sociales y los masivos daños ecológicos que ellas mismas crecientemente infligen. Las instituciones financieras hegemónicas, con mando en plaza en el diseño de las implacables políticas neoliberales en curso, venden, publicitándolas a troche y moche, las benéficas y «dinamizadoras» actividades que desarrollan sus Obras Sociales y Fundaciones «sin ánimo de lucro». Con toda la fanfarria que sus ingentes medios de propaganda permiten, proclaman a los cuatro vientos su condición de grandes mecenas del arte de vanguardia, de los congresos científicos y de todo tipo de maravillosos proyectos de desarrollo sociocultural aptos para insertar en ellos sus omnipresentes logotipos. Toda la maquinaria de embellecimiento de la imagen «corporativa» está al servicio de un único objetivo ideológico: ocultar su presencia, sumamente asimétrica, en los dos extremos de la cadena causal que enlaza sus crematísticas actividades con las dramáticas consecuencias que provocan. Es decir, el mismo agente que provoca el daño facilita (en un grado infinitamente menor) las cataplasmas para paliar algunos efectos «colaterales» del destrozo provocado por su activa y protagonista participación en un orden económico depredador. Para ello cuentan, además de la vergonzante complicidad (vía profusa financiación publicitaria) de los mass media y de las instituciones públicas que deberían embridarlas, con la valiosísima cantera laboral formada por las legiones de trabajadores cualificados que, en la cacareada sociedad de la información y el conocimiento, tienen en el sector asistencial uno de los pocos nichos de empleo para evitar su desclasamiento o proletarización.

Ese enorme ejército laboral de reserva de jóvenes licenciados universitarios, «vomitado» por las masificadas facultades de ciencias sociales, trata de optimizar su empleabilidad (en la horrible jerga al uso), con profusión de Masters y sobrecualificaciones varias, para agarrarse a continuación al clavo ardiendo del trabajillo que pueda surgir en  la Fundación, ONG o negociado administrativo de turno. Miríadas de egresados en Trabajo Social, Psicología, Sociología y demás fábricas de «gestores» de proyectos sociales, aterrorizados por los espectros siniestros del paro crónico y la degradación laboral, se abalanzan sobre las magras oportunidades de hacer carrera que ofrecen los apéndices asistenciales de las instituciones públicas y privadas.

Se pone así en marcha un perverso dispositivo de domesticación que comporta la asunción ideológica, vía incorporación de estos colectivos “sobradamente preparados” a las entidades del Tercer Sector, de los principios legitimadores de la caridad institucional y de la defensa, más o menos acérrima, de la utilidad y eficacia de dichas prácticas “solidarias”. La crítica a los métodos y fines de dichos lenitivos sociales, pretendidamente filantrópicos, así como el cuestionamiento de las, generalmente nada honorables, actividades empresariales que los financian y amparan quedan pues excluidos, bajo la espada de Damocles del ostracismo sociolaboral, del campo de lo posible. Se conforma de este modo un mecanismo de primer orden de desactivación de la rebeldía y del análisis crítico por parte de los colectivos sociales biográfica e intelectualmente más preparados para ejercerlos. Al ser cooptados por el asistencialismo dominante, teniendo que ganarse el pan gestionando y promoviendo proyectos financiados y diseñados al alimón por el gran capital y los serviles poderes públicos, su ideología deviene conformista y legitimadora de las poderosas instituciones que les procuran sustento y status. Ello refuerza, sin duda, la tendencia al conservadurismo político y sociológico de estos trabajadores intelectuales cuya función objetiva, obviamente nunca explicitada, es reforzar los mecanismos de control social y prevención de la disidencia. Las instituciones públicas y privadas que financian la pléyade de entidades asistenciales tienen así, en esta legión de «intelectuales» a sueldo, a un valiosísimo aliado ideológico. Su función principal consiste en colaborar activamente, mediante el diseño y la «implementación» de tratamientos paliativos, encarnados en los variopintos proyectos «humanitarios» y asistenciales que llevan a cabo, en la ocultación del papel estelar que estas opulentas instituciones tienen en los mecanismos de generación de los desastres crecientes provocados por el «orden» económico vigente.

Un botón de muestra podría ilustrar algunas de las sangrantes paradojas derivadas de todo lo anterior. La todopoderosa (al menos en la irredenta tierra de Salvador Espriu y del noi del Sucre) «la Caixa» (ahora Caixa Banc) desarrolla, a través de su Obra Social (la primera del país, según el autobombo de su página web), varios proyectos de cooperación internacional, algunos en remotos lugares como la India. Actividades relacionadas con el desarrollo de la agricultura sostenible, la lucha contra la desnutrición infantil y demás parches caritativos divulgados a bombo y platillo constituyen la cara amable de la intervención en tan dolientes tierras de la muy misericordiosa y dadivosa entidad financiera. Simultáneamente, pero de forma mucho menos visible y publicitada, la centenaria institución interviene activamente en el muy lucrativo negocio de la fabricación y venta de armas a través de su participación directa en destacadas empresas de armamento (Indra, receptora de generosos créditos y partícipe en jugosos fondos de inversión, podría servir como ejemplo) con intensas relaciones comerciales con países como la India y Pakistán, envueltos en cruentos conflictos armados. Asimismo, el buque insignia del sector privado en Cataluña mantiene una significativa implicación en empresas energéticas multinacionales (Repsol), enérgicas promotoras del consumo desaforado de combustibles fósiles y causantes destacados del agudo e irreversible cambio climático. Como explica con claridad desgarradora la escritora india Arundhati Roy, en la inhóspita frontera entre India y Pakistán (el campo de batalla más elevado de la tierra, en el corazón del Karakorum) se desarrolla un episodio más de los crónicos conflictos armados que enfrentan a las dos potencias nucleares desde su traumática escisión en 1947. Mientras los gobiernos respectivos dilapidan ingentes cantidades de recursos en la adquisición de armamento, en aquel remoto rincón del planeta, a 6000 metros de altitud, los efectos del cambio climático empiezan a dejarse sentir intensamente provocando el derretimiento de los glaciares y las consiguientes inundaciones catastróficas que afectan a los valles y riberas del subcontinente indio. Estos desastres «naturales», inducidos por la maquinaria productivo-depredadora global, expulsan de sus tierras a millones de campesinos pobres forzados a emigrar a  los míseros suburbios de las caóticas megalópolis del país. Asimismo, los masivos desplazamientos forzados de comunidades enteras en el inmenso y caótico collage de pueblos y etnias de la India serán las semillas de nuevos conflictos armados causados por la lucha por los escasos y deteriorados recursos naturales entre los desheredados de la tierra.

Así pues, la benemérita entidad financiera catalana, que obtiene pingües réditos de sus relaciones con empresas que venden armas a los dos contendientes y con intereses relevantes en el accionariado de agentes destacados del agravamiento alarmante del calentamiento global, tiene motivos para estar satisfecha de la evolución de su cuenta de resultados. Paralelamente, en una magnífica operación de marketing, se cubre de un manto de respetabilidad y solidaridad destinando una parte ínfima de sus cuantiosos ingresos a los proyectos de agricultura «sostenible», fomento de la soberanía alimentaria y el desarrollo rural en el mismo país devastado por conflictos armados que se desarrollan, en parte, con su inestimable y lucrativa cooperación. En las lúcidas y tristemente sarcásticas palabras de Arundhati Roy: «La fusión glaciar causará severas inundaciones en el subcontinente, y eventualmente catastróficas sequías que afectarán las vidas de millones de personas. Eso nos dará aún más motivos para combatir. Necesitaremos más armas. ¿Quién sabe? Esa especie de confianza del consumidor puede ser precisamente lo que el mundo necesita para salir de la actual recesión. Entonces todos en las prósperas democracias vivirán todavía mejor y los glaciares se derretirán aún más rápido»

Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, en el centro de la Barcelona más señorial, en las elegantes y modernistas salas del Palau Macaya, propiedad de la Obra Social de la referida entidad financiera, se desarrollan las solemnes sesiones del ciclo de conferencias que lleva el pomposo título de  «identidad, diversidad y globalización en el siglo XXI», Los objetivos del evento, en la rimbombante y vacua jerga típica de los think tanks de la llamada sociedad del conocimiento, son: «reflexionar sobre la idea de identidad, teniendo en cuenta cómo la mundialización de las ideas, las influencias culturales, las creencias ancestrales y las diferentes tradiciones conviven en un paisaje plurilingüe, con cambios poblacionales y procesos migratorios incesantes…»

Casi con absoluta seguridad, los eficientísimos y «masterizados» empleados encargados de su organización y los prestigiosos ponentes a cargo de las sesudas y especiosas conferencias impartidas adornarán con bellas imágenes y sabias palabras sus sopesados y reflexivos discursos sobre el particular. Evitando cuidadosamente mentar siquiera, eso sí, la inconfesable (pero altamente fructífera y lucrativa) participación que la insigne entidad financiera que les acoge en su seno tiene en los procelosos y oscuros rincones de la globalización capitalista «realmente existente».

Un Comentario

  1. Pauet

    El antropólogo Marvin Harris recoge un dicho esquimal que dice algo así como que, Los regalos hacen esclavos como los latigazos hacen perros, el contexto en que se usa esta afirmación es el de describir la desconfianza de los esquimales que vivían en una especie de «comunismo primitivo» de cazadores recolectores hacia aquellos que parecen repartir prebendas pues en realidad buscan acumular muchas más de las que luego reparten, que luego según dicho autor es lo que acaba sucediendo en sociedades más «desarrolladas» (dicho así tan resumidamente esta explicación no hace justicia al argumento del autor, que para más información el libro creo que se titula Vacas, cerdos, guerras y brujas).

    Bien, pues creo que este dicho es también una buena forma de entender el proceso que describes tan excelentemente, nos encontramos en un proceso de perdida clara de derechos que son sustituidos por diferentes tipos de «limosna», pero esta beneficencia (y aquí creo que puedo generalizar más allá de a empresa privada incluyendo a instituciones como el estado o la iglesia) es el placebo con que se sustituye lo que antes era un derecho.

    Y así están las cosas, perdemos derechos políticos, civiles, y económicos y una vez precarizados en todos los aspectos solo nos queda encomendarnos a la caridad y buena voluntad. El propio estado del desaparecido pacto Keinesiano creo que se está transformando cada vez más en este sentido, y aún hay gente de que cree que esas subvenciones a la precarización son estado de bienestar cuando son una subvención del estado a la precariedad y la demostración palpable de que ya no existe tal estado de bienestar que se fundamentaba en los derechos (a trabajo de calidad y a servicios pagados con corresponsabilidad fiscal interclasista). Y naturalmente la caridad corporativa tiene el papel que tan bien describes.

    El resultado de todo esto es la domesticación ideológica de esa «elite sobradamente preparada» que comentas, pero también esa domesticación alcanza a toda la sociedad precarizada en la medida que de este modo se impone una visión no de un problema de injusticia social sino de «losers», así los regalos hacen esclavos.

    Saludos

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    • aapilanez

      Muchas gracias por tu fértil comentario Pauet. Conozco el libro de Harris aunque no recordaba el dicho que mencionas. Me parece excelente. Los regalos (aparentes) siempre dejan en desventaja al receptor. Y si se trata, como en este caso, de subvenciones, desactivan totalmente la crítica a las instituciones que -y ellas lo saben muy bien- tienen la aparente generosidad de acordarse de los «parias de la tierra». Se trata, como trato de explicar en el texto, de un vínculo perverso: nadie muerde la mano que le alimenta.
      En lo demás también coincido. Quizás ese pacto keynesiano de Estado benefactor y redistribución de la renta nunca llegó a desplegar -al menos en España- sus supuestas bondades completamente. Pero lo que es evidente es que la exacerbación de la «lucha por la existencia», que provoca la ofensiva del neoliberalismo «carnívoro», agudiza el desvalimiento de amplias capas sociales y, por tanto, como en los viejos tiempos, la necesidad de reforzar la beneficencia para aliviar las más agudas aristas de la barbarie. Y para eso están, por mucho que se cubran con el manto aséptico del proyectismo asistencial, las legiones de trabajadores sociales al servicio del «maquillaje» del creciente espanto circundante.
      Un abrazo agradecido de nuevo

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      • Pauet

        Gracias por tu respuesta, tenia la duda de si había sido un poco toca pelotas al ir a poner un comentario en una entrada de hace ya un tiempo.

        Sobre las virtudes del estado de bienestar ciertamente no se desarrolló en España como en otros sitios y en cualquier caso incluso donde se desarrolló completamente tuvo limites en relación a los derechos realmente adquiridos que no permitían nunca alcanzar la emancipación de las clases subordinadas sino solo un mejor nivel de bienestar al precio de no cuestionar demasiado el orden social. Finalmente cuando el capitalismo «cambió de fase» todos esos logros en derechos se diluyeron dejando solo el efecto estigmatizador y disciplinador sobre el receptor de la ayuda.

        Hasta aquí supongo que coincidiríamos bastante pero aprovecho para exponer algunas cosas en las que por lo que he podido leer no coincido con la visión que intuyo que tienes. Creo que es verdad que lo que hemos comentado hasta ahora se debe a los limites de la estrategia reformista del capitalismo, el reformismo está limitado por la potencialidad del sistema que quiere reformar para ser reformado y por eso el capitalismo de la era neoliberal y financiarizada ya no sostiene los «logros» del fordismo keynesiano occidental y europeo que se me antojan ahora posibles solo por un tiempo y en un lugar determinados y por interés del propio capitalismo de la época que maximizaba su beneficio instalando el máximo de capacidad productiva y empleándola al máximo para luego volcarse en un «mercado emergente» de clase trabajadora entrando al consumo de masas. En un registro diferente también colocaría en esta categoría de reformismos a los gobiernos de izquierdas latinoamericanos que creo que han llegado también a un fin de ciclo.

        Pero dicho esto no creo que debamos renunciar completamente al reformismo que pretende «asaltar los cielos» para cambiar el sistema desde dentro, soy consciente de las limitaciones, entiendo que aun teniendo el gobierno eso seria solo una fracción del poder y que en esas circunstancias es muy fácil que esos «asaltantes a los cielos» sean doblegados y rápidamente asimilados ( si es que no vienen asimilados ya de entrada). Pero tampoco creo en las estrategias que buscan cambiar el orden social sin buscar el poder institucional y funcionando meramente en espacios (físicos o virtuales como este blog) de sociabilidad alternativos, no tengo confianza en el trabajo de zapa que se puede realmente hacer desde esa posición y me temo que representa encerrarse en la marginalidad.

        No tengo una propuesta alternativa pero me atrevería aventurar que podríamos ver las dos estrategias como complementarias y no necesariamente opuestas, creo que el poder tiene su fuerza principal en el modo como nos socializa para que veamos el mundo de una determinada manera (el binomio de poder y conocimiento), el trabajo de zapa es fundamental para desbaratar este proceso lo más posible introduciendo pensamiento critico y visiones del mundo distintas a las del poder. Pero simultáneamente con la gente formada en este pensamiento critico debemos asaltar de algún modo el poder institucional, no necesariamente solo los gobiernos electos, también por ejemplo las instituciones académicas, los medios, la industria o las finanzas. Caso contrario temo que nos acaben barriendo del mapa completamente a medida que el capitalismo carnívoro llegue a ser completamente antropófago.

        Saludos y perdón por salirme del tema que estábamos tratando.

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  2. aapilanez

    Hola de nuevo Pauet. Lo primero, pedirte disculpas por el retraso en contestarte por los traslados y gestiones propias de estas «señaladas» fechas. Asimismo, agradecerte sobremanera tu comentario, ¡es casi un artículo entero!, deberías publicarlo. Tocas además el nudo gordiano de muchos de mis desvelos: el tema de la utilidad del reformismo. He estado pensando un poco en tu agudo razonamiento y sólo -por ir al grano- se me ocurre una -tentativa- refutación: las dos estrategias no suman sino que restan. Me explico un poquito.
    Cada vez estoy más convencido de que la apuesta institucional mata, en lugar de potenciarlo, el activismo, llamémosle callejero. Como digo en otros panfletos («La revolución de la vida cotidiana» o «Los palacios y el estiércol») lo que más teme el poder no es que surjan nuevos partidos, que poco a poco vayan adaptándose a los palacios de invierno y olvidándose del estiércol de la calle, sino las transformaciones de la vida cotidiana que vayan desmercantilizando aspectos de la espantosa realidad circundante. Es cierto, como dices, que son islas marginales, pero, en mi humilde opinión, es lo único que merece la pena. En un entorno de derrota de los de abajo y de agudización hasta el paroxismo de la agresión neoliberal no hay que caer en la trampa de entrar en sus ámbitos legalistas para darse de bruces con la impotencia subsiguiente para alterar significativamente el curso de las cosas. Conformarse con migajas como una pequeña redistribución o paliar algunas sangrantes aristas de miseria a través de los cauces institucionales creo que es la mejor manera de renunciar a transformaciones de más calado que el reformismo nunca – al menos en Europa Occidental desde la segunda guerra mundial- ha podido llevar a cabo. Y menos ahora estando en franca retirada -véase el caso griego- en todos los frentes.
    En fin, me sigue pareciendo el punto clave de la lucha por evitar – como bien dices- que el poder antropófago nos siga barriendo del mapa. Por ello, tengo que reiterar mi posición de rechazo -nunca he votado- a toda opción política que pretenda «asaltar los cielos» conquistando un poder que tiempo ha dejó de estar -si es que alguna vez estuvo- donde se le busca. En cualquier caso, insisto en respetar y ponderar en su justa medida tu opinión que , por cierto, comparten muchos de mis más lúcidos y admirados pensadores en esta piel de toro: Alba Rico, López Arnal et al.
    Muchísimas gracias de nuevo por tu valiosa aportación.
    p.d: haciendo gala de un imperdonable chovinismo narcisista te envío un fragmento donde expreso mi opinión sobre lo anterior de la mejor manera que mi torpe y romo entendimiento puede pergeñar.
    http://arrezafe.blogspot.com.es/2015/10/los-palacios-y-el-estiercol-fragmento.html?spref=bl

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