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La gran estafa
Cuestionario contestado el 11 de marzo en el marco de la tercera sesión del «Proceso a la banca española«. Se trata de un Tribunal Popular constituido al efecto de someter a juicio y exposición pública el colosal quebranto de la cohesión social y las finanzas patrias provocado por la oligarquía financiera así como la flagrante connivencia de los títeres del circo político que, con las draconianas políticas impuestas como consecuencia del rescate fraudulento de los financistas, cercenan sistemáticamente los derechos y las condiciones de vida de aquellos a los que dicen servir.
Agradezco especialmente a Salva Torres (asociación 500×20) y a José Manuel Novoa (Asociación de Hipotecados Activos) la invitación a participar en el evento y, muy especialmente, la paciencia y la valiosa ayuda prestadas en la elaboración del cuestionario.
De cómo la crisis desembocó en el mayor quebranto al erario público de la historia española
Encarnizamiento terapéutico
«El neoliberalismo es la respuesta a un gran fracaso de dimensiones históricas, a saber, la incapacidad del capital para mantener tasas de ganancia adecuadas»
Alejandro Nadal
“El crédito, que es un ingreso consumido antes de haberse realizado, puede posponer el momento en el que el capitalismo alcance sus límites sistémicos, pero no puede abolirlo. Incluso el mejor de los encarnizamientos terapéuticos debe concluir algún día”
Anselm Jappe
1-Deudocracia
“La misión de estas instituciones es transferir, bajo las más diversas formas, masas colosales de riqueza al sector financiero”. El lapidario diagnóstico del economista brasileño Theotonio dos Santos describe la esencia de la función de los bancos centrales “independientes” como puntales de la aguda expropiación financiera característica del neoliberalismo contemporáneo. El relativamente saneado -hasta la virulenta crisis actual- Estado brasileño emite bonos del tesoro no porque tenga deudas (desde hace 20 años Brasil, un país fuertemente exportador, tiene superávit fiscal primario antes del pago de intereses), sino para otorgar enormes réditos a los fondos de inversión y a la gran banca privada internacional. ¿Por qué un país con superávit en las cuentas públicas tiene que aumentar su deuda con los mercados financieros, extrayendo el flujo de pagos de intereses de los impuestos de los inermes ciudadanos? Tampoco la ortodoxia viene al rescate del chanchullo: “al definir la función del Estado, no hay ningún teórico de la corriente neoliberal que incluya entre sus deberes lanzar títulos de deuda con altas tasas de interés sin tener ninguna deuda derivada de los llamados ‘fines’ del Estado”. La surrealista coyuntura muestra el quid de la cuestión, más cercano al flagrante latrocinio que a la aséptica microeconomía friedmaniana, acerca del papel real del sanedrín de las finanzas brasileñas: “Se trata de una expropiación de los recursos obtenidos por los distintos tipos de ingresos fiscales para transferirlos al sistema financiero bajo los pretextos más increíbles y las maneras más inventivas”. La perversidad del proceso se aprecia en que los intereses del pago de esa deuda “odiosa” generada por “la dinámica de los mercados” empujaron a Brasil, en las amargas palabras de Dos Santos “a un falso déficit fiscal, que debe ser cubierto con ajustes, reduciendo el gasto público destinado a satisfacer las necesidades de nuestra población”. Bajo la consabida excusa, típica de la vulgata neoliberal, de contener la inflación y atraer capitales foráneos el banco central “neocon” mantuvo elevadísimas tasas de interés para alborozo de los bancos privados y de los hombres de “trajes caros de Wall Street”, que recibían jugosos réditos del generoso regalo de su “troyano” en la sometida economía del gigante sudamericano: “ningún razonamiento económico razonable, ningún estudio empírico serio, ningún estudio de caso capaz de probar la relación absurda entre los aumentos desproporcionados en las tasas de interés y contención de la inflación (…) se presentó para el debate con el pueblo brasileño que justifique la transferencia de alrededor de 1 billón de reales en pago de intereses al privilegiadísimo 1% del pueblo brasileño”. Esta “institución monstruosa”, en los lúgubres términos de Dos Santos, funge pues como venal mamporrero del gran capital transnacional, estrechamente confabulado con ese 1% de élites extractivas autóctonas para dejar expedita la vía de la confiscación masiva de riqueza de los trabajadores brasileños.