Etiquetado: economía

Entrevista a Alfredo Apilánez sobre la Teoría Monetaria Moderna (y III)

No sólo Astarita, también M. Roberts, A. Shaikh o M. Husson han sido críticos con las propuestas de la TMM

Salvador López Arnal

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Nos habíamos quedado aquí. Quedaba la parte prescriptiva de tu exposición.

La parte prescriptiva de política económica se deduce directamente de tales principios. La TMM ofrece una revolución fiscal para enchufar la manguera del gasto público a la economía real y asegurar -ya que el desempleo es ‘una decisión política’- el pleno empleo absorbiendo el desempleo involuntario generado por el déficit de demanda efectiva del sector privado. Wray señala la tecla mágica: “Siempre pueden suministrarse unas finanzas suficientes para la plena utilización de todos los recursos disponibles a fin de apoyar el desarrollo de capital de la economía. Podemos servirnos del golpe de tecla para llegar al pleno empleo”. Tal planteamiento desemboca en la propuesta política estrella del movimiento: el trabajo garantizado. Como explica Mitchell: “el pleno empleo y la estabilidad de precios están en el corazón de la TMM. Un programa de trabajo garantizado es central para la TMM, es una herramienta clave para tener bajo control la inflación y el desempleo”. Por tanto, dado el nivel correcto de gasto público e impuestos, combinado con un programa de trabajo garantizado, los partidarios de la TMM afirman categóricamente que se puede alcanzar el pleno empleo con estabilidad de precios. Tal planteamiento representa obviamente una herejía para la ortodoxia neoliberal que afirma que el gasto público creador de empleo es peligrosamente inflacionario y la deuda una rémora para las futuras generaciones que lastra el crecimiento y la actividad productiva. Pero precisamente por eso suena tan atractivo, ¿no?

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Entrevista a Alfredo Apilánez sobre la Teoría Monetaria Moderna,TMM (I)

Hay dos paradigmas monetarios que determinan la visión del sistema económico y de las políticas públicas

 

 

Presentación (del propio autor): Soy economista de formación –aunque, a decir verdad, eso es más bien un desdoro-, profesor de ciencias sociales en un centro de estudios y escritor de artículos sobre historia, teoría económica y finanzas en el blog Trampantojos y Embelecos. Allí trato de poner un granito de arena en la crítica del discurso del capital -encarnado en la teoría económica ortodoxa y en el paradigma político neoliberal- y en la defensa de la necesidad de construir nuevos sujetos y prácticas emancipatorias. Soy miembro asimismo de la Asociación 500×20 , un humilde pero corajudo colectivo que lucha contra la violencia inmobiliaria, principalmente en el ámbito del alquiler, en el distrito de Nou Barris de Barcelona.

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El capitalismo desquiciado

Según Marx, el capitalismo es un sistema injusto (explotación) e inestable (crisis). Pero es también, llegado a un cierto punto, un sistema que aparece como irracional, a causa de la situación a la que le han llevado los mismos éxitos derivados de su propio modo de eficacia

Michel Husson

Crack del 29: tempestades de acero

Según relata el ilustre economista John Kenneth Galbraith en su trepidante historia de la Gran Depresión, en agosto de 1929, dos meses antes del estrepitoso crack de la bolsa neoyorquina, fue recibida con gran alborozo la noticia de la instalación de emisoras de radio en los trasatlánticos que surcaban el océano. El milagro tecnológico evitaba a los especuladores de Wall Street sufrir la ansiedad generada por no poder operar en el desquiciado parqué neoyorquino durante los interminables seis o siete días que duraba el viaje a Europa. Un poeta anónimo celebró así la prolongación del festín bursátil al puente del trasatlántico en alta mar:’ Nos apiñábamos dentro de la cabina observando las cifras sobre el tablero; era medianoche en el océano y una tempestad rugía amenazadora’.

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La teología económica (I)

 

 

“Esta adhesión a unos modos de interpretar el mundo contra los vientos y mareas de la realidad, esta obstinada aplicación de los mismos enfoques a cualquier campo o problema en busca de evidencias empíricas siempre triunfantes, nos recuerda más el comportamiento de la alquimia que aquel otro acorde con los cánones tantas veces descritos de la ciencia experimental”

José Manuel Naredo

“La economía es una rama de la teología”

Joan Robinson

 

  1. Hermenéutica

 

¿Qué pensaría un profano que se acercara con sana curiosidad a los sesudos tratados de los teóricos de la economía, con el fin de mejorar su comprensión de las intrincadas aristas de la realidad económica, ante la afirmación de que en esos modelos no hay cabida para el análisis del dinero, del beneficio, del capital, del tiempo, de la renta, de las grandes corporaciones ni del estado?

Si, llevado por la incredulidad ante tan insólita aseveración, perseverara en su intención de indagar en las fuentes originales adentrándose  a través de la maraña de ecuaciones hasta los supuestos basales de la disciplina, encontraría  desarrollos del siguiente tenor, extraído de un comentario de Bernard Guerrien a uno de los manuales canónicos de la macroeconomía ortodoxa impartida en facultades de medio mundo: “Su libro empieza presentando “la teoría básica de los precios”. De hecho, Barro nunca trata en su libro «de los» precios, sino de un precio, denotado por P, presentado como el nivel de precios, pero que en realidad designa el precio del único bien de la economía. El capítulo siguiente versa sobre la «economía de Robinson Crusoe». Barro explica que, en aras de la «claridad», va a examinar «una economía de familias aisladas idénticas en la que cada una se parece a Robinson Crusoe». El meticuloso autor observa de refilón que con bienes idénticos y familias idénticas “existe entonces un pequeño problema: ¿por qué razones vendería y compraría la gente éste bien?”. ¡He ahí una pregunta muy pertinente! La “solución”, avanzada por el otro Bob, Lucas, para propiciar algún estímulo al intercambio que ponga en marcha el engranaje, propone considerar que los bienes difieren en el color y que cada familia se especializa en la producción de bienes de un color, aunque desee consumir bienes de todos los colores. Consciente quizá de lo ridículo de esta “solución”, Barro evoca la naturaleza “abstracta” de su tarea, que está destinada, sin embargo, “a capturar en un modelo concreto algunas características del mundo real”.

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Palinodias

«No es verdaderamente impío el hombre que niega los dioses que la multitud venera, sino aquél que afirma de los dioses lo que la multitud cree de ellos »

Epicuro de Samos

 

“Está listo para acabar con toda democracia con sólo apretar un botón». La grave acusación fue pronunciada, poco después de su sonora dimisión en julio pasado, por Yanis Varoufakis, exministro griego de finanzas, y el avieso liberticida no era ningún salvapatrias con galones sino el todopoderoso Banco Central Europeo. Tan contundente aserto describía el golpe de estado (“no hay nada más fácil en el mundo que un Banco Central provoque una fuga de depósitos y el pánico bancario subsiguiente cuya prevención justificó su creación”) que el guardián del euro habría perpetrado, en una suerte de ahogamiento progresivo, de water boarding financiero, hasta provocar el cierre por falta de liquidez de la banca griega. El fulminante “corralito” forzó la aceptación humillante (ignorando olímpicamente el rechazo popular expresado el 5 de julio en referéndum) de las draconianas recetas neoliberales impuestas por los halcones de la Troika y el Deutsche Bank para evitar la expulsión de Grecia del bloque del euro. El cobarde sadismo complacido con el que sus colegas del Eurogrupo celebraron a coro el paso por las horcas caudinas del revoltoso y “radical” gobierno heleno (ya sin el díscolo y odiado Varoufakis en su seno) reflejaba, no sin cierta brutalidad, la minuciosa pulcritud con la que habían cumplido las taxativas órdenes de sus amos.

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Dos cosas sobre economía (con perdón)

Uno de los éxitos ideológicos más notables del entramado dominante en las sociedades llamadas desarrolladas es haber logrado que el grueso de la población tenga una casi absoluta incomprensión de los fundamentos estructurales del sistema económico vigente. Para el ciudadano de a pie la teoría económica es una disciplina abstrusa, cuyo código talmúdico sólo es apto para iniciados en sus arcanos que, graciosamente, (pero sin desvelar nunca sus ignotas fuentes) nos revelan las recetas apropiadas para alcanzar, con mucho tesón y sacrificio, el ansiado bienestar general. Todos recordamos la patética escena de un presidente del Gobierno suplicando en un acto público explicaciones sobre tan intrincada materia que, «en dos tardes», le iba a proporcionar su servicial ministro del ramo. Para eso están también los expertos de los servicios de estudios de ESADE, la Escuela de Chicago o el FMI. Ellos son los oráculos de los sacrosantos «mercados», que saben lo que conviene al progreso universal y brindan generosamente al vulgo ignaro las medidas a seguir para alcanzarlo. Aunque a veces haya que asesinar, para eliminar fricciones en la perfecta maquinaria del libre mercado, a unos cuantos miles de peligrosos radicales izquierdistas en un país del Cono Sur que se resistían obstinadamente a la benéfica aplicación de las recetas neoliberales que esparcen el bienestar por doquier. Si creen que exagero, extraigo sólo un fragmento de la carta del «arrepentido» Davison Budhoo sobre los «civilizados» métodos del FMI: «Para mí, esta dimisión es una liberación inestimable, porque con ella he dado el primer gran paso hacia ese lugar en el que algún día espero poder lavarme las manos de lo que, en mi opinión, es la sangre de millones de personas pobres y hambrientas. […] La sangre es tanta, sabe usted, que fluye en ríos. También se reseca y se endurece sobre toda mi piel; a veces, tengo la sensación de que no hay suficiente jabón en el mundo que me pueda limpiar de las cosas que hice en su nombre»

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