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La verdadera batalla por Barcelona
EL EMBATE: Buitres sobre la ciudad
«Sangre, sudor y lágrimas arrancadas a millones, ¿por qué?, ¡por la renta!»
Lord Byron
Un fantasma recorre Barcelona: la rebelión de los inquilinos. Hastiados de la carestía de la vida, del desempleo y la precariedad laborales y ante el brutal incremento de rentas impuesto por el “sindicato de caseros”, decenas de miles de inquilinos de la ‘rosa de fuego’ se declaran en huelga cesando en el pago de alquileres. La represión no se hace esperar. Los lazos de ayuda mutua tejidos por las clases populares a través de décadas de ásperas luchas contra los amos de la ciudad propician la solidaridad y la resistencia contra el ataque conjunto de los rentistas de la Cámara de la Propiedad y las fuerzas defensoras del orden burgués. En un ambiente de gran crispación -que da lugar, en ocasiones, a intercambios de disparos-, los masivos intentos de desahucio, con lanzamiento incluido de muebles a la calle, son frecuentemente atajados por los aguerridos arrendatarios, organizados en el Comité de Defensa Económica. Los presos gubernativos, en su mayor parte relacionados con los desahucios, inician una huelga de hambre, mientras el conflicto del sector del metal que conmociona a la ciudad se transforma en huelga general. Siguen cuarenta y ocho horas de extrema tensión con varios muertos, veinte heridos graves y centenares de detenciones que provocan la desarticulación del Comité de Defensa Económica y la detención de sus dirigentes. Se pone en evidencia cómo la recién inaugurada república –recibida esperanzadamente por las clases populares- mimetiza sin complejos los modos represivos del régimen anterior cuando se trata de lidiar con las reclamaciones de los desposeídos.
La revolución de la vida cotidiana
En los últimos meses han surgido en Barcelona varios centros sociales okupados (Bancos expropiados) en las sedes de antiguas sucursales bancarias, abandonadas por centenares, cual pecios en el fondo del océano, por las extintas cajas de ahorros. Una vez pasada la tempestad especulativa y los días de vino y rosas de pelotazos, hipotecas basura y preferentes a mayor gloria y cartera de constructores, ediles, leguleyos y demás expoliadores del erario, fueron desguazadas a cargo del sufrido contribuyente para su posterior entrega, en bandeja de plata y por un módico precio, al mejor postor.
La inserción de dichos lugares «liberados» en el tejido de los barrios conlleva la apertura de grietas en los hábitos sociales mercantilizados impuestos por las estructuras capitalistas de la vida cotidiana. Las prácticas comunitarias que en ellos se desarrollan ofrecen atisbos de las potencialidades de desarrollo de la vida social, sin las bridas y camisas de fuerza que las reglas del juego imperantes le imponen. A pesar de su aislamiento, el solo hecho de crear entornos autónomos donde se abran posibilidades de desarrollar actividades no lucrativas que impliquen cooperación, apoyo mutuo y estímulo de múltiples tejidos asociativos y vecinales supone, por su radicalismo creativo, un aldabonazo que apela, poniéndolos prácticamente en cuestión, a los cimientos de la ciudad-mercadería circundante.