De pulsiones y gadgets

¿Cómo podría formularse la conexión (dándola por supuesta) entre el frenesí de relaciones sociales virtuales y iPhones con la pasmosa docilidad ciudadana ante la apisonadora neoliberal y la escasez de construcción de vínculos comunitarios, destacadamente de la juventud? ¿Se trataría de un caso de lo que el viejo Marcuse llamó desublimación represiva, refiriéndose a la reducción de la principal necesidad no primaria del homo sapiens (la libertad) a la sexualidad genital, pero añadiendo esta vez la erótica de la autoexhibición biográfica? En el tsunami de muerte y destrucción de un sistema que hace picadillo cualquier atisbo de vida buena, la aparente desinhibición sexual y la proliferación, cual plaga bíblica, de dispositivos comunicacionales devienen eficacísimos amortiguadores-sublimadores de la pulsión de rebelión. Y quizás la embriaguez narcisista asociada a esa erótica autorreferencial impide que pensemos, al menos un instante, como explicaba Deleuze, en la masacre de los mineros del coltán que hacen que funcionen nuestros maravillosamente sexys artilugios. La anomia moral resultante se convierte (con automortificación por el abuso freudiano) en un sumidero libidinal que cortocircuita la «pulsión» verdadera de pugnar por ampliar las grietas y cuñas comunitarias que atenúen la barbarie.

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